Martin Scorsese decía que hay tres géneros cinematográficos que solo podrían haber nacido en Estados Unidos, muy ligados a su cultura y su historia. Primero, el western, por cuestiones obvias. Segundo, el musical, porque bebía de Broadway y tan solo readaptaba aquellos espectáculos para plantarlos delante de una cámara. El tercero, el cine de gangsters, por la multitud de mafias organizadas antes, durante y después de la Gran Depresión. No es lo mismo que el cine negro, claro, aunque a veces van de la mano. Principalmente, tras la llegada de cineastas europeos a Hollywood (de hecho, el propio término de cine negro lo acuñó un francés). Todo esto es relevante porque Blues & Bullets (A Crowd Of Monsters, 2015) es cine negro. Todo él.
Evidentemente: es Elliot Ness, ahora sin sus intocables. Pero se vuelve a encontrar, porque eso tienen los némesis, con Al Capone. Ambos viejos, deslucidos, cansados. Esta ya no es una película, perdón, un videojuego sobre bandas de forajidos que operan al margen de la ley, tanto para hacerla cumplir como para defenestrarla. Ness es un solitario. La única diferencia con Capone es que este aún conserva parte de su fortuna. Ahora están ellos, una secta raptando niños y las perennes preguntas del cine negro: ¿quién ha sido?, ¿puedo fiarme de esta persona?, ¿qué habría pasado si hubiese actuado de forma distinta aquella vez?
El expresionismo del blanco y negro, las sombras que se arrastran y rezuman en cada esquina, se puede ver en cualquier captura de pantalla. Así refuerza sus referentes. Sin embargo, tiene cambios de tono muy bruscos: una secta de aspecto satánico, un dirigible anclado en el cielo que sirve de hotel y un submarino en el puerto de la ciudad donde… Nos aguarda nuestro futuro. Estos momentos me retrotraen a revistas como Weird Tales o Black Mask, donde la seriedad del detective cabizbajo y enfadado con el mundo se mezclaba con una realidad llena de momentos asombrosos y extraños, alejados de la zona de confort de este.
El propio juego tiene sus bamboleos en el apartado jugable: partiendo de una vertiente de aventura gráfica moderna, donde escuchamos mucho, pulsamos un par de teclas e interactuamos poco, acabamos en un shooter sobre raíles que ya parecía extinto. Un botón para salir de la cobertura, otro para disparar. Esta incapacidad para el control de nuestro propio avatar, se adivina, es causada por una falta de medios. Juega a favor con el género: nos hemos acostumbrado a vivir historias en los videojuegos de formas distintas, debido en parte al triunfo de Telltale. Así que Blues & Bullets tiene unos antecedentes previos para poder triunfar y ser recibido con halagos. Todo esto, sin embargo, a costa del jugador que no soporte este género en concreto.
El momento de gameplay más directo tiene lugar en el lugar de un asesinato terrible. Vagamos por la casa, con el cadáver puesto de forma ritual en la entrada, buscando pistas para resolver el crimen. Sin embargo, nuestra investigación la realiza solo el personaje. A diferencia de, por ejemplo, Her Story, donde los pedazos surgen y se unen solos, aquí pulsamos E para guardar las pruebas y, al final, el propio personaje le contará a otro qué sucedió allí realmente. El juego debería funcionar en tu cabeza, ser tú el que lo va resolviendo poco a poco, pero no parecen estar ahí las piezas necesarias para llevarlo a cabo, aunque sí la intención.
También molestan por momentos las cámaras que buscan el plano perfecto, un encuadre determinado para que te sorprendas con una vista en concreto. Y solo podrás caminar por ese espacio determinado. Es una obsesión autoral, encorsetar la experiencia para que la disfrutes exactamente como está pensado, que juega en su contra. Vemos el mundo que nos quiere enseñar el propio juego, pero no sabemos si hay vida más allá de la docena de personajes secundarios con los que hablamos, pese a ver extras pululando en algunas localizaciones.
Es muy frustrante, para mí, ser incapaz de dar una conclusión a todo esto. El juego tampoco lo tiene debido a su formato episódico. He tomado ciertos caminos que tengo por seguro no llegar hasta completar la totalidad del juego o, al menos, hasta su final. En realidad, guardad esto en el cajón de las primeras impresiones. Tan solo hemos leído los primeros capítulos de una novela, el comienzo de algo mucho más grande. Las impresiones, pese a todo, son de querer volver a ella. Saber qué esconde ese blanco y negro, esas sombras en nuestro cerebro.