Vaya dilema. Un Stronghold Crusader en pleno 2014 es como un vistazo a las fotos de graduación, o un fortuito encuentro con la ex del periodo quinceñaero. No tanto por el propio acto de reencontrarse con una figura del pasado como por uno mismo, el resultado siempre va a ser inquietante. ¿Has cambiado, Stronghold? ¿Cuánto, cómo lo hemos hecho? Se puede echar la vista atrás y abrazar esa vuelta al origen, con cierta predisposición a la nostalgia. Bueno, esperen… ¿se puede?
Imagino que algunos comandantes veteranos podrían estar preguntándose sobre el medidor de «lo indie» en este Stronghold Crusader II. Por si no se habían dado cuenta les recuerdo que en esta casa no se nos da una higa con respecto al dónde se establece la frontera de lo indie (si es que existe), pero de todos modos los Firefly Studios han vuelto a la independencia tras una serie de tropiezos. Atrás quedaron los publishers y strongholds fallidos. Por delante lo que venga, y arriba el cielo. Y salta a la vista que Firefly ha aprovechado la libertad para buscar sus raíces con más ahínco que nunca.
¿Y qué significa esto? Que Stronghold Crusader II se parece y mucho al título original, lanzado hace ya más de doce años. De nuevo se nos sitúa en una cruzada, pero nada tiene que ver este juego con otros juegos de estrategia con el mismo marco temporal, como el absorbente Crusader kings II. En el juego que hoy nos ocupa el rigor histórico no significa nada, y el énfasis se hace en la construcción y gestión de los recursos de un castillo, en un mapeado que enfrenta a varios señores con sus respectivas haciendas y construcciones. Para que nos entendamos, las batallas siguen siendo combates a muerte en pequeños escenarios, en el que los arqueros de uno y otro bando casi llegan a atacarse desde sus respectivas torres. Las construcciones se levantan en un momento, y con la misma facilidad y rapidez caen. Y eso, que sálvese quien pueda.
Así pues, las primeras partidas son prácticamente la apertura de una cápsula del tiempo. Stronghold Crudader II es un poco como el viejo Stronghold Crusader (o el aún más viejo juego original), ahora en unas nada espectaculares pero funcionales 3D. Iniciamos una escaramuza, colocamos almacén, granero, y arranca la musiquilla medieval. Primero nos preocupamos por obtener madera y alimento, que el resto vendrá después. Ahora el urbanismo, a ver cómo optimizamos recursos y nos ponemos a salvo tras las murallas. Hecho. Tras ello comenzamos a levantar el ejército, y en un santiamén estamos lanzando un ataque a las murallas del rival mientras que repelemos otro en las propias. Hostia, vaya déjà vu.
A estas alturas me imagino a los fans de la saga divididos en dos bandos, prestos a echar mano a arcos y alabardas al primer síntoma de «sí, pero». Y lo triste es que estoy en ambos bandos. De verdad deseaba amar Stronghold Crusader II, pero no me termina de salir. Por un lado, los pocos cambios que ha sufrido un juego que despierta de un letargo que asciende a 2002 pasan factura, máxime cuando se ven agudizados por varios puntos negativos de los que carecía el original: un montón de bugs infernal y una falta de pulido notable a varios niveles (esa diseño de interfaz del menú principal no se la deseo yo ni a los defensores de la Comic Sans). Lo gracioso es que tan pronto me percaté de que el juego no ofrecía nada nuevo, intenté aferrarme a la engañifa de que bueno, es que han respetado la senda del original. Pero ni toda mi voluntad, ni la cabezonería del fanático convencido han logrado conciliar a mis dos bandos internos. Firefly de mis amores, ¿por qué me habéis quitado los minadores? ¿Quién se ha llevado mis fosos? ¿Dónde se esconden aquellos tíos con escaleras que morían de un flechazo, pero cuyo número siempre acojonaba hasta al defensor más preparado? Al final ni juego nuevo ni virgencita que deje a Stronghold Crusader como estaba.
Vayamos sin rodeos, ésta es la historia de un fósil viviente. Y cómo tal queda quererlo como es, y agradecer que un entorno tan hostil como el mercado de videojuegos de 2014 le haya permitido sobrevivir hasta el punto en el que nos encontramos. Oigan los nuevos jugadores, que aquí pueden encontrar un juego interesante siempre y cuando no se importen de un apartado visual cuestionable y bugs a cascoporro (perdonen lo del pathfinding y la actitud de las tropas). Mejor si se deciden a probarlo con un amigo, pues la IA sigue siendo tan petarda como era, en honor a la verdad. Por otra parte, para los fieles seguidores, todo irá bien si asumen desde ya que la cosa ha derivado un poco más hacia el deathmatch, con infinitas oleadas de soldados y un sistema de armas de asedio mucho más permisivo, marcado por el adiós a los ingenieros y la producción de armas de asedio como el que hace churros medievales. Y ya está. Puestos a ponernos ingenuos, o aporreamos todos o el ariete al río.