Al buen jugón siempre le ha gustado formar parte de algún bando. Quizás debido, por un lado, a esa necesidad tan primaria de estar unido a otras personas afines a sus gustos, opiniones o aficiones, y por el otro, a otra necesidad tan básica y arraigada dentro de nuestro ser como importante en la evolución de la humanidad: la de competir. En el momento de situarnos frente a nuestra plataforma de juegos preferida, nos vemos afectados por estas naturales obligaciones aun sin darnos cuenta.
Puede que esta característica ya haya sido desechada por nuestra raza como mecanismo de supervivencia en la naturaleza, pero sigue estando muy presente en nuestros hábitos. Si pertenecemos a la comunidad de algún MMORPG, seguramente estaremos asentados en un clan en el que nos sintamos cómodos, y de paso, accedemos a la competición directa, ya sea entre clanes o entre los mismos componentes de este. Y si a otro género hay que referirse, la existencia del multijugador hoy en día pone de manifiesto esta imperante necesidad del ser humano. Da igual el género al que pertenezca el juego, hay que proporcionarle una opción multijugador a toda costa, y siempre orientado en la misma dirección. Y se da el caso que en muchas ocasiones esta opción es totalmente innecesaria, pero eso es harina de otro costal.
Cuando hay que referirse al género indie, nos encontramos con un punto de inflexión. Este género no cuenta en la mayoría de casos con una opción semejante a la comentada que nos permita competir con otros jugadores, al menos directamente. Juegos como Audiosurf (Dylan Fitterer, 2008), por citar un ejemplo, permite un control de nuestros records así como de los del resto de jugadores del mundo, de forma que se establece una competición algo más indirecta por conseguir ser el que más puntuación recaude con cierto tema musical. No hay que ser un lumbreras para darse cuenta del porqué del asunto. El juego indie en su creación no responde a un criterio comercial tan definido como otros juegos desarrollados por las grandes compañías del sector, las cuales siempre tienen puesto el ojo en los beneficios, y ese afán de competición —y crispación, humillación, derrota y regocijo— pura y dura, reporta mucho de esto último.
No hay que dudar que en los juegos que nos ocupan en indie-o-rama el concepto de multijugador se entiende de una forma algo diferente, al menos en términos generales. Tal como hemos dicho, no se busca un enfrentamiento directo entre los jugadores sino más bien una competición sana, y quizás esta sea una de las características que siempre me han atraído más de este género. Por supuesto sigue existiendo bastante variedad en cuanto a la forma de plantearlo. En algunos títulos, la opción para varios jugadores está orientada a la colaboración entre jugadores, con el aliciente de poder ser el que más puntuación recaude de tus amigos, aunque bajo el mismo objetivo. Este modelo se impone por encima de una cruel y despiadada batalla entre ellos por ver quién la tiene más grande, que al fin y al cabo de eso trata el asunto (y casi todo en esta vida), sobre todo cuando intentamos superar una y otra vez ese maldito record marcado a fuego por un chino con mucho tiempo libre; nada más peligroso en este mundo y parte de la galaxia. En estas situaciones, nos vemos entonces transportados automáticamente a años pretéritos, en los que los jugadores practicábamos nuestro vicio en soledad —malpensados— y en los que la comparación de mejores puntuaciones o méritos tan solo se podía llevar a cabo en el patio de un colegio.
Competir es sano, no hay que negarlo. Millones de años de evolución así lo han demostrado; sin embargo, hay que reconocerle el mérito al juego indie por devolvernos a nuestra juventud y demostrarnos de un tortazo que hoy en día el multijugador esta sobrevalorado, que no es necesario una conexión de alta velocidad para demostrar a los demás quién es el mejor pegando tiros a través de muros o campeando, a un ritmo frenético y sufriendo por el lag, uno de los mayores males de esta vida moderna. Puede parecer fácil, pero sentarse delante de —introduzca aquí su juego indie— y repetir innumerables veces ese tema musical, o pantalla, o nivel, para superar una puntuación máxima establecida por otra persona en algún lugar del mundo, con su consecuente respuesta en el caso de lograrlo, no lo es en absoluto. La paciencia, perseverancia y la superación personal necesaria para ello no está en mano de todos los jugadores.
Así que a qué estáis esperando, poneos a prueba, demostrad de qué pasta estáis hechos, marcad la diferencia con el resto de mortales en ese infernal nivel (¿Battletoads?) y arrebatad su trono a ese imbatible chino. Tan solo después de lograrlo, tras innumerables horas de vuestra vida perdidas, orgullosos, miraréis atrás, y os reiréis de la mayoría de modelos multijugador. Ya nada será igual. Y si aun quedan ganas de más, no olvidad que en Madrid estarán los chicos de esta casa para desafiaros en un speedrun de Maldita Castilla. Machacadlos a todos sin piedad.