Podríamos decir que los tower defense son el género chico de los videojuegos. Conocidos por tantos, jugados por todos, hemos caído en sus redes de adicción una y otra vez. Solo hace falta googlear el término para que te salgan 54 millones de resultados en los que perderte. Juegos que repiten mecánicas hasta la saciedad, pero a los que les dedicamos horas.
Sin embargo, nadie pone en su lista de GOTYs (aunque ya sabemos que las listas son malvadas) ningún tower defense. Quizá la reinvención de estos sea lo realmente necesario para elevar a Género Mayor este género popular. Juegos como Orcs Must Die no dejan de ser un defender la torre dopado de anfetaminas, gráficos y buen hacer.
Llegamos así a Bad Hotel, un juego que no reinventa nada nuevo en sus mecánicas, pero sí en la distribución de las mismas. No tenemos un sendero por donde llegan nuestros enemigos, sino que atacan por todos lados y nosotros tendremos que defender nuestro hotel poniendo habitaciones en cualquiera de las cuatro direcciones de nuestro rectángulo principal. Hay habitaciones que disparan, otras que sanan y otras que dan dinero para construir más habitaciones. Nada nuevo.
Parece refrescante, aun así, la aumentada capacidad que tiene de estrategia, su aspecto minimalista que puede llevarnos hasta la locura de un hotel sin pies ni cabeza. Además, la música del juego está creada por nuestra propia distribución de las habitaciones, creando desde aberraciones sonoras hasta bellos cantos de sirena (esto nunca me ha pasado).
Bad Hotel no pasará a la historia. Quizá los propios tower defense no lo hagan. Serán olvidados, siendo la base de esta pirámide que son los videojuegos, soportando a los plataformeos, shooters, juegos de rol japoneses y hasta videojuegos de películas. Debemos rendirles tributos. Bad Hotel lo hace a su manera. Nosotros también deberíamos.