Reconozco aquí, en la intimidad de la santa Indie-O-rama, que tengo cierta obsesión por los colores y por desmentir la fama que cada uno trae consigo. Llevo mi lucha hasta tal nivel que un día cogí una brocha, me remangué y pinté las paredes de mi cuarto de rojo intenso, sólo con la intención de ver si aquello tendría algún efecto psicológico en mí. Aún no puedo decir los resultados de mi investigación. Y no me cabrées, que últimamente me altero con facilidad. Qué calor, ¿no?.
Hay algo mágico en la extensa gama de colores que percibimos; gracias a ellos somos capaces de experimentar sentimientos, sensaciones, recuerdos asociados a un color concreto o a varios, e incluso actitudes que se desprenden de nosotros al vestir uno u otro tono.
El color es vida, está en la realidad que vivimos día a día, pero ni todos los percibimos de la misma manera ni prestamos toda la atención que creemos para diferenciarlos entre ellos.
Una tarde, de paseo por la atestada, y en muchos casos apestada, Play Store de mi Android Comunis, hubo un logo que captó mi atención por su sencillez, y que se describía como un Must Have en móviles y tablets, siendo dentro del género del puzle un juego único y con el 75% de la totalidad de sus votaciones situadas en la máxima puntuación.
Después de probarlo puedo afirmar que Blendoku es más que un puzle, una relajada proposición de Lonely Few para retar nuestra habilidad de distinguir y ordenar los colores.
El juego consiste en ser capaz de crear un degradado ordenado de colores que se te proporcionan al principio de cada nivel, teniendo la posibilidad de batir el récord mundial o el tuyo propio una y otra vez.
No es más ni menos que eso. Simple, fácil de entender, y agradable a la vista. Un trabajo muy bien hecho que resulta accesible para jugadores de todas las edades y donde no importa ser más o menos asiduo a los juegos de este tipo. Que esto no ahuyente a los picados, tenéis reto asegurado.