Viene implícito en la misma palabra, indie es algo pensado y diseñado para cuatro gatos. Pero resulta que esos cuatro felinos se han ido reproduciendo y por una serie de factores y acontecimientos en parte intencionados, el mundillo de los juegos alternativos está en alza. Las compañías lo saben perfectamente y se han apoderado de todo lo que huela a fresco, a novedoso y a artístico. Multinacionales como Microsoft, Electronic Arts o Sony se han apresurado a hacernos relacionar erróneamente juego descargable con independiente. Un error común que hace daño al concepto inicial pero que, pensándolo en frío, no importa demasiado.
En nuestra mano queda saber diferenciar lo que es auténtico de lo que no, pero en realidad me atrevo a decir que ni siquiera es necesario. Pasemos de reflexiones de modernillo, quitémonos por un momento las gafas de pasta negra y ahorrémonos los comentarios de «esto ya no es indie» o «se ha vuelto comercial y no me gusta».
Es casi un sueño hecho realidad, toda una suerte el que empiecen a florecer proyectos novedosos, arriesgados y que dejen de tratar al usuario como un borrego ávido de heno y alcaparras. Lo que llamamos «independiente» está dejando de serlo y muchos apelan a una nueva definición, pero qué más dará que detrás de un proyecto haya una malévola compañía o cuatro amiguetes reunidos en un cuartucho lleno de cajas de pizza y hedor a sudor. Una sombra gigante detrás de un proyecto pequeño es garantía de difusión y eso es algo muy importante, necesario y beneficioso. Seamos realistas, ¿quién es el valiente que rechaza un contrato con Microsoft? Que levante la mano el que se encuentre en tal tesitura (para ahorrarnos hipotéticos calentones). No hay que culpar a los chicos del Team Meat pactar indisimuladamente con el enemigo, ya que gracias a ello han recaudado más dinero del que hubieran podido soñar, y eso se traducirá en más juegos de manos de los mismos locos (con lo cual todos ganamos). Para los que sigan sin estar convencidos queda otra vertiente indie, y es que en la red cada vez hay más juegos y desarrolladores que hacen hincapié en lo gratuito ya sea en formato Flash o descargable. Es otra mentalidad igual de válida —sobretodo beneficiosa para nosotros— además de una patada en la boca para los dueños de lo ajeno y una pesadilla para nuestros discos duros.
Voy más allá del siempre omnipresente Locomalito y es que por un lado las herramientas cada día son más potentes, amigables y cercanas, y por otro cada vez hay más ideas que se llegan a plasmar finalmente en unos cuantos megas. La oferta es infinita y no se puede (y espero que nunca se pueda) atisbar el final del camino. Lejos de ser algo contraproducente, es más bien una revolución. La revolución del videojuego y la vuelta a su estado más puro, a la diversión porque sí, al arte, a lo minoritario y a lo arriesgado. El mercado es tan grande como para contentar a todo el mundo y no importa que detrás de un desarrollo hayan millones de euros o unas cuantas latas de cerveza y horas de amor con sus correspondientes dolores de cabeza. Éramos unos «indiegentes», repudiados y tachados de alternativos, pero ahora vestimos como lo demás, vamos igual de aseados (o no) y fumamos en pipa como el resto. Nuestro empeño de acercar este mundillo a la gente está teniendo su recompensa y poco o nada tiene que ver con nuestro sudor y nuestros dedos callosos. La misma ley de la gravedad ha sido suficiente. La calidad que rezuma este mundillo ha sido el tirón de la venda que muchos teníamos aún en los ojos, un paso lógico en la historia del videojuego. Debemos estar contentos, satisfechos de que cuatro gatos pasen a ser cuatrocientos mil en un mar de comida enlatada casi infinita.