Volvemos a las andadas. Sin rodeos, y con total seguridad podríamos incluir el presente título entre estos que se atreven a desarrollarse sobre esa delgada y difusa línea que separa lo que es un juego de lo que no. Se nos pueden venir a la cabeza juegos como: The Stanley Parable, Dear Esther, Proteus. Hay que reconocerlo, todos los títulos mencionados tienen un factor en común que los hacen particularmente especiales de cara al resto de juegos: un total enfoque hacia el hecho de vivir una experiencia en concreto. Unos con más acierto, otros con menos, cada uno de ellos abre ante nosotros un mundo de nuevas sensaciones a explorar, siempre y cuando estemos dispuestos a adentrarnos en él con los ojos cerrados, dejando de lado las prisas y las críticas. Fract OSC cumple exactamente con este cometido, realzando, con mucho más énfasis que sus compañeros, una faceta de largo importante en la experiencia brindada: la música.
Quién no recuerda aquellos viejos y descuidados —aunque atractivos a su vez— salones recreativos, tan en auge en unos tiempos ya olvidados. Es cierto, y debo una disculpa a los más jóvenes del lugar, ya que el público capaz de responder a tal pregunta pertenece a una generación muy concreta y no demasiado actual. Es necesario apelar al factor nostalgia, y hacerlo florecer en todo su esplendor para poder contemplar desde una buena perspectiva este Fract OSC.
Quién no recuerda esos salones recreativos. Las horas, y el dinero, perdidas. Quién no recuerda la fascinación por los mundos vectoriales. La posibilidad de viajar a esos mundos que nos atrapaban desde el otro lado de la pantalla… El mundo ideado para este experimento sonoro que nos proponen los chicos de Phosfiend Systems no tiene nada que envidiar al creado por un tal Steven Lisberger para su película TRON, allá por aquel maravilloso y espléndido 1982. Podríamos hablar de referencias, quizás de alusiones, pero nos quedaríamos cortos. Fract OSC bebe esteticamente de una forma más que directa directa de la película de Disney, en un claro homenaje, y este hecho ya nos pone en aviso de lo que vamos a encontrarnos musicalmente en ese mundo en forma de una clara imagen especular de los visto y oído en la cinta de Lisberger.
Pronto nos daremos cuenta que no nos equivocábamos en nuestras pesquisas. En nuestros primeros pasos, cual Wendy Carlos, los sintetizadores llenan nuestros oídos, y toda una gama de sonidos electrónicos nos irán acompañando por este tan cibernético como musical paisaje. Todo esto puede que nos sonara ya de algo, ya que Proteus jugaba con los mismos términos, de forma que se intentaba crear un conjunto musical a medida que nos desplazábamos observando nuestro entorno.
Fract Osc va un paso más lejos, dotando a dicho conjunto musical de una razón de ser, cobrando de esta manera una importancia vital para continuar en nuestro avance, el cual se vuelve más interactivo. Así, los puzles encargados de darnos acceso a ciertas zonas proporcionarán melodías, y la creación de estas o su descubrimiento, de igual forma, nos permitirán avanzar a zonas cada vez más alejadas de nuestro lugar de origen.
No cabe duda que de esta forma la banda sonora es columna vertebral de todo este conjunto de experiencias que se presentan ante nosotros en forma de luces de neón, bits y secuencuadores. Obra de Mogi Grumbles, el cual en el más puro estilo de la ya mencionada y célebre Wendy Carlos, refleja a la perfección la naturaleza de este universo electrónico. No en vano, da la sensación de que la creación de esta mundo bien pudiera haber surgido de dicho paisaje sonoro. Grumbles, usando un estilo muy experimental, va creando sonidos muy característicos que nos transportan a un entorno sin duda, extraño, a la par de excitante e intrigante. Un trabajo que sin duda harán las delicias de los amantes de este género musical, entre los que me incluyo. Añadamos a todo esto el hecho de la existencia de un editor de audio con el que poder componer nuestros propios temas de una forma bastante profesional. Diversión para todos los gustos y a todos los niveles.
Pero, sin duda, lo verdaderamente maravilloso de este experimento es la increíble sensación proporcionada por el juego de estar completamente en un mundo distinto, ajeno a nuestra realidad, quizás existiendo en un universo paralelo, comprendido dentro de un viejo ordenador, o igual se trata de un viejo Moog… Un mundo más vivo de lo que aparenta a primera vista. y es que de eso trata Fract OSC, de cómo la vida está permanentemente unida a la música, y de cómo esta nos hace movernos por ella. Todo un mundo en clave de sintetizador.