El nombre de Austin Wintory destaca como una de las piezas constituyentes de Thatgamecompany, y es que es el responsable de las piezas musicales de dos de las particulares obras de este estudio, flOw (2006) y Journey (2012). Gran parte de la esencia de estos pequeños poemas en movimiento se encuentra en sus melodías, cuyo intimismo ayuda a componer la inimitable vidriera de sensaciones de la que ambos hacen gala.
Una de las últimas composiciones en el mundo del videojuego de este autor estadounidense, que también se ha movido en el terreno del cine independiente, es la banda sonora de un RPG para iOS, Horn (2012), desarrollado por el binomio Phosphor Games / Zynga. Y al igual que sucede con Journey, escuchar las diecisiete pistas que componen este álbum nos sumerge en un mundo perdido en el tiempo, donde la soledad y el sacrificio del viaje personal impregnan cada nota. La similitud entre ambas bandas sonoras hace que ambas se complementen a la perfección, mostrando dos facetas diferentes e indisolubles de una misma idea.
Los instrumentos de los que se sirve Wintory en ambas composiciones son parecidos: flautas, guitarras y arpas fundamentalmente, con ritmos pausados por norma general, veloces cuando la situación lo requiere. Pero mientras la música de Journey Original Soundtrack nos evoca, en perfecta armonía con el juego, un tiempo y un lugar deliberadamente indeterminados, la de Horn se adueña de la estética medieval del juego y recrea ritmos de marcada influencia celta. Se observa, sobre todo, en la presencia de los tambores como acompañamiento en casi todas las canciones, que incluso alcanza ese tono de marcialidad reflejado en el tema «The Knighting».
En Journey escuchamos el viento pasar a través de las dunas, acariciar las olas que forma la arena en ese gigantesco océano por el que nuestro protagonista vaga a la deriva. En los escenarios de Horn, en cambio, la piedra es la protagonista, el osario de grandes castillos y montañas, y por supuesto de las extrañas criaturas rocosas a las que hemos de enfrentarnos. Escuchamos el silbido a través de los orificios, la caricia mucho más hueca y oscura pero igual de misteriosa (una muestra clara la tenemos en el sexto corte del disco, «An Empire of Stone and Steel»). Y una extraña nostalgia se adueña de nosotros, no tanto por lo que hemos de encontrar, como sucede en Journey, sino quizás por lo que sentimos haber perdido, prueba de que la música nos transporta a un pasado mucho más definido e identificable.
El motivo del viaje es la columna vertebral en ambas bandas sonoras. En las melodías de Journey resulta evidente la gracilidad del vuelo, representada fundamentalmente a través de violines como los que constituyen «Road of Trials»; en Horn advertimos tintes mucho más épicos y rápidos, un cambio inevitable si tenemos en cuenta que se trata de un título mucho más orientado a la acción.
Wintory nos lleva de la mano de manera excepcionalmente descriptiva por los caminos tanto de un escenario como de otro, susurrándonos historias que discurren en paralelo, aun tratándose de juegos tan dispares (no cabe duda de que el experimento sensorial de Journey no encuentra eco en Horn, un título que se ajusta mucho más a los cánones de su género). Dos trabajos más que recomendables, compuestos con un mimo y una espectacularidad cinematográfica que no siempre es fácil de encontrar en el mundillo.