«A principios de 1942, el gran estado imperial de Japón ha invadido y conquistado el sureste de Asia. Las fuerzas aliadas se han retirado o rendido frente a la armada japonesa… excepto un hombre. Maximus Malone»
Entre tales disquisiciones filosóficas da comienzo el arcade que Bruno R. Marcos ha cocinado a fuego alto gracias a su brillante editor de juegos, Arcade Game Studio. Hastiados de la invulnerabilidad, un Stallone o un Chuache de la época dejan paso a un soldado aparentemente sacado de la gran armada de Cannon Fodder (Sensible Software, 1994), con la salvedad de que en esta ocasión no descansará entre los caídos sin llevarse por delante a todo un ejército nipón.
Para entender Maximus Action Carnage (MAC a partir de ahora), debemos centrar la vista en su recién estrenado creador de videojuegos arcade, Arcade Game Studio. De hecho, Bruno ha creado el juego íntegramente con dicho programa en aras de mostrar su potencial in situ, y para hacernos ver mediante el ejemplo el poco tiempo que se requiere con Arcade Game Studio para desarrollar un clásico arcade. Eso sin considerar que el programa ha evolucionado en el transcurso del proyecto, lo que quiere decir que es probable que pronto dispongamos de una nueva versión aún más potente. Si bien, centrándonos en el propio título, es evidente la fuerte inspiración que en él imprime un título que marcó una época donde el prototipo del héroe era el del típico cachas ciclado, armado hasta las cejas y acompañado continuamente por explosiones: Commando (CAPCOM, 1985). MAC comparte las mismas mecánicas que el citado juego, mientras que ha sido creado en tan sólo unas semanas y por una sola persona. Por lo demás, desde el mortero que nos atosiga con sus proyectiles hasta el tanque que solo puede ser destruido a granadazos, entre ambos no se echa en falta ni un detalle.
Ya sea con el teclado o con nuestro mando de XBox 360, controlamos al duro de Maximus por una jungla repleta de soldados japoneses que lo mismo nos vacían el cargador de sus Arisakas, que se lanzan contra nosotros en un ataque kamikaze que en más de una ocasión nos va a coger desprevenidos. Hay momentos en los que la pantalla se llenará de enemigos correteando y de proyectiles que a simple vista parecerán imposibles de esquivar, pero como todo juego de este tipo, la clave está en practicar, transformar los puntos en vidas extra y conocerse cada patrón del enemigo al dedillo.
Entre tal ensalada de tiros, el acompañamiento musical lo pone Jake Kaufman (a.k.a. Virt) que os sonará por trabajos musicales de juegos como Retro City Rampage (Vblank Entertainment, 2012) o el pintoresco Double Dragon Neon (WayForward Technologies, 2012). Chiptune de lujo que no hace más que reforzar ese apartado visual apoyado en el píxel más gordo, cuya nostálgica guinda es el efecto de pantalla CRT que podremos activar o anular a nuestro antojo, y dotar así de mayor autenticidad al asunto. Ahora sólo necesitamos un mueble chapado en negro con sus vinilos en los paneles laterales, el olor a pitillo rancio de los ceniceros (¿alguien se acuerda de eso?), una pantalla repleta de scanlines y el bolsillo repleto de monedas. Ya hemos vuelto a finales de los ochenta.
Ah, es gratis.