Lo creíamos imposible, pero de nuevo todos nos equivocábamos. El apocalipsis zombie se convirtió en una realidad. No se sabe dónde ni cuándo surgió el brote, pero se extendió de la misma forma que lo hace la pólvora al prender, y al igual que esta, la infección prendió el país por completo, para luego extenderse por el resto de continentes. En pocas horas, el caos se adueñó de las ciudades. En días, la civilización había sufrido un retroceso de doscientos años. Las baterías para aparatos electrónicos se convirtieron en un bien escaso, un tesoro muy preciado, aunque siempre surgía algún insensato que las malgastaba en alguna vieja radio, en espera de captar algún sonido diferente del desesperanzador ruido blanco.
Y es que pensando fríamente en una situación similar a la relatada, es difícil imaginar algún otro sonido que no fueran esas características interferencias, prueba evidente de toda inactividad humana. Es por esta razón que poner música a este desolador escenario se puede volver tremendamente complicado. Por supuesto en este hecho influyen otras variables, como la naturaleza de la infección y el modo en que cambia a los propios infectados. Atendiendo a esa última moda, que cambia al clásico y torpe muerto viviente por un nervioso, poderoso e imparable infectado, el ritmo se vuelve más trepidante, exigiendo una composición musical más rítmica e incluso vertiginosa. Sin embargo, en Organ Trail se opta por esa vertiente más clásica, y añorada, todo hay que decirlo, en la que la sociedad no se limita a huir desesperadamente, y sin sentido, de la amenaza, sino que lucha por sobrevivir, recurriendo a los más primitivos instintos. La escasez tanto de alimentoss, como de recursos se encargarán de contribuir a unas circunstancias en las que reservar una bala puede marcar la diferencia entre la vida y la no muerte.
Sentando unas bases tan fuertes como estas, cabía esperar que la banda sonora encargada de acompañar esta aventura (si se puede llamar de esa forma a la lucha por sobrevivir) debía ser tratada con mucha delicadeza, con el simple objetivo de no descontextualizarnos durante una partida. Este hecho, a bote pronto, no es tan trivial como parece. Nuestra obra tiene que adaptarse a un mundo desolado, arruinado, evitando temas excesivamente melódicos y dejando de lado el optimismo o los tonos demasiado alegres. Buscamos dar una ambientación sobre todo, sin arrastrar por los pelos a la narración, pero acompañándola de la mano en momentos clave (sin ir más lejos, los viajes entre ciudades se prestan de maravilla para este motivo). Por supuesto la acción debe estar incluida, pero de forma moderada y en momentos puntuales. Hay que recordar que no es de nuestro interés gastar más munición de la recomendada, y por tanto, estos temas no deben ser agradables de escuchar.
Ben Crossbones, compositor al cargo de este arduo trabajo, parece conocer muy bien todos estos aspectos, tanto que su obra encaja a la perfección en este marco musical, incluyendo el tipo de sonido usado. Muchas opciones podían haberse barajado en cuanto a este aspecto. Quizás, hoy en día, nos hubiera sonado más acorde con todo lo dicho un estilo más clásico y orquestal, confiando sobre todo en la habilidad de los instrumentos de cuerda para transmitirnos todas estas sensaciones, pero es entonces cuando caemos en conciencia de lo que tenemos por delante. Precisamente Organ Trail, a nivel gráfico, simplifica al máximo todo el entorno, sin que esto tenga influencia alguna en el desarrollo de la historia, de hecho, ocurre todo lo contrario ya que se nos muestran los hechos completamente al desnudo, haciendo que nuestra traicionera imaginación se encargue del resto, completando los escasos vacíos. En un primer momento podemos imaginar una banda sonora al nivel de este apartado gráfico. No en vano, al comienzo de la escucha de la misma podríamos tomar como verdadera esta afirmación, pero los matices no tardan en aparecer. Crossbones nos regala una mezcla, una fusión, realmente asombrosa, de conceptos dentro de su obra. Si bien el comienzo de cada tema nos enlaza directamente con las sensaciones visuales, es al cabo de unos minutos, momentos en los cuales el chiptune acaba mezclado con la realidad de varios sonidos instrumentales, cuando la sensación auditiva se vuelve totalmente protagonista, haciendo la experiencia más completa de lo que hubiésemos podido imaginar en esos primeros instantes.
Ya lo hemos venido comentando, no es fácil ambientar, y acertar, unos hechos marcados por estos catastrofistas acontecimientos, siendo Organ Trail una de esas excepciones que nos hacen de nuevo creer en que toda buena historia requiere, necesita, de una buena banda sonora caminando a su lado. Ben Crossbones lo sabía, al menos antes de ser devorado por un par de zombies en su propio estudio de trabajo. Seguramente para él si sonaban sus melodías, a modo de trágica banda sonora, en aquel agónico momento. No puede haber mejor fuente de inspiración…