¿Qué música es la más adecuada para salir a correr?… esperen un segundo. Me da la sensación de haber vivido ya este momento… Y es que, en la presencia de esta segunda parte de nuestro alienígena deportista favorito, nos descubrimos haciéndonos las mismas preguntas que nos formulamos en su día ante su antecesor. No en vano, dicha cuestión fue complicada de responder en su momento, y podríamos afirmar, en base a las conclusiones, que sin duda se trataba del punto débil de aquella ahora lejana primera entrega. Solo queda comprobar si el trabajo para esta continuación cumple con su cometido, en alguna forma diferente a lo visto, y sobre todo oído, en carreras pretéritas.
Los ingredientes son los mismos, y el planteamiento parte del mismo punto sometido a las mismas premisas, sin embargo, las impresiones finales podemos afirmar que son bien diferentes. En nuestro recorrido por los diferentes mundos, nos encontramos con un universo sonoro al completo servicio del desarrollo de las incontables e incansables carreras, pero en un curioso ejemplo de retroalimentación positiva – llevada a cabo en tiempo real – la misma carrera cumple y se amolda adecuadamente con el desarrollo de los temas escuchados. Al igual que el espacio y el tiempo, acción y banda sonora desarrollan una flexibilidad mutua con el objetivo de mantener como una constante la relación entre el incremento del ritmo y la intensidad de la acción. Este equilibrio se torna fundamental para el disfrute de la carrera, y es precisamente aquí donde residía el problema del que adolecía la primera entrega, la cual tan solo en contadas y escasas ocasiones llegaba a poner de manifiesto la conservación en el tiempo de esta constante, imprescindible para el correcto desarrollo del juego.
De los errores se aprende, no hay duda de ello, y Matthew Harwood, que continúa con sus labores de composición a lo largo de toda la saga al frente de Petrified Productions, lo sabe aún mejor. El hecho de conseguir que dicha constante no solo haga acto de presencia, sino que funcione, es una prueba más que notable de lo brillante que ha resultado ser su reinterpretación musical del mundo que pisa nuestro protagonista en esta nueva entrega. Todo un triple salto mortal en lo que a sonoridad se refiere, ajustándose además al agradecido rediseño del juego. Atrás quedan los mundos pixelados, y Harwood se encarga de reflejarlo en la banda sonora a la perfección.
Dejamos los sonidos puramente electrónicos para dar paso a melodías con una instrumentalización más marcada. Esta variedad de sonidos instrumentales, según el mundo que vayamos recorriendo, es bastante completa, haciendo que el paisaje sonoro se enriquezca enormemente en vistas del escenario y viceversa. Carrera perfecta para Matthew y olvidado queda el chiptune. Bueno… ¿Todo? Todo no. La nostalgia no puede dejar de hacer acto de presencia en este título, por muy segunda parte que sea, aunque se haya exprimido al máximo en una más que homenajeadora primera parte. En este caso, el recordatorio para los primeros pasos de nuestro amigo Commander Video vendrá representado en la forma de escuetas, aunque más que justas minicarreras al mas puro estilo retro, diseminadas por el mundo en la forma de niveles ocultos. El encargado de musicalizar dichos momentos no es otro que Disasterpeace, compositor ya consagrado en este mundo con un buen repertorio de obras a sus espaldas, entre las que destacaríamos bandas sonoras como la de Fez o Famaze. Y podríamos haber estado tentados a pensar que Anamanaguchi volvería a aparecer, pero parece que el bueno de Matthew le cogió manía, y no sin razón. Sin embargo, todo hay que decirlo, Disasterpeace no se acobarda lo más mínimo al mencionar el trabajo de la conocida banda chiptune, quizás todo lo contrario, y realiza un trabajo increíble, de gran intensidad, pero de tiempo abreviado lo suficiente como para mantener la constante intacta. Perfección a cada metro recorrido.
No hay que negarlo, a la hora de situarse frente a esta segunda entrega, aún resonaban en los oídos de quien esto escribe los maravillosos temas de Anamanaguchi, para bien y para mal de lo que la banda sonora de la primera entrega era. Las comparaciones siempre son odiosas, y cabía esperar que en un primer momento que estas fueran a ir apareciendo continuamente en detrimento de la secuela. Pero grata sorpresa esperaba en lo que a lo musical se refiere en esta continuación. Los miedos se disipan y la razón recupera su lugar, recordándonos que en la primera parte, las melodías de Anamanaguchi apenas eran una mera anécdota circunstancial en lo que a la experiencia de juego se refiere, aspecto que podemos ver totalmente corregido y balanceado en este Runner 2. Tras estas conclusiones no me cabe la menor duda, que la obra de Harwood, acompañado de Disasterpeace, puede resultar más que idónea para salir a correr. Casualidades de la vida.