Creo que no se reinvindica a Bomberman tanto como se debería. Este clásico arcade, imprescindible en la infancia de muchos de los que ya llevamos unos añitos en esto de aporrear botones, es un ejemplo de jugabilidad pura, desnuda y adictiva, carente de cualquier argumento que empañe la diversión de colocar bombas por doquier, destruir muros y arrasar con monstruos extraños. Ampliar artículo
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