A menudo nos es difícil pensar en qué melodías serían las más apropiadas para según que entornos. Si el entorno en cuestión es además un espacio que no podemos más que recrear en nuestras mentes debido a su actual inexistencia, tal como podría ser una desolada y enigmática estación espacial, la dificultad crece enormemente. Se hace necesario un gran ejercicio, no solo de imaginación, sino también de exploración interna, para crear un vínculo entre juego y jugador. En The Swapper, el encargado de afrontar este desafío es el compositor Carlo Castellano. Intentar descubrir si se trata de él mismo o de uno de sus clones, me temo, es harina de otro costal.
El escenario no podía ser más hostil para la supervivencia de una melodía. En el exterior, el vasto y frío silencio del espacio. En el interior, el abandono y la gélida no presencia de vida alguna, o eso creemos. No eran fáciles las premisas impuestas por la historia en The Swapper, más aún cuando la acción se desarrolla por medio de la resolución de una serie de puzzles. Sin embargo, el compositor no solo logra salvar dicha dificultad, sino que además hace de sus melodías parte palpable de este escenario. La combinación de los más puros sonidos ambientales sirve para dotar de una extraña vida a toda esta estación espacial, objeto casi tan protagonista como el astronauta que manejamos y sus interminables clones. Dichos sonidos se dispersan lentamente hasta ocupar todo el recinto, dotando de una atmósfera única a cada una de las estancias de la estación, y proporcionándonos a su vez una motivación adicional para recorrer tan enigmático lugar en busca de respuestas.
Esta perfecta ambientación es, sin duda alguna, una de las mayores virtudes de este trabajo. El maestro Castellano ha sabido mezclar de forma magistral diversos y familiares sonidos electrónicos para crear dicha atmósfera, capaces de transmitir diferentes sensaciones con la más mínima variación de estos, y que jugarán con nuestros sentidos durante toda la aventura a medida que dejamos atrás las diferentes salas de este desolado lugar. De esta forma, y en un comienzo, se nos insinuarán sensaciones un tanto frías, pero que poco a poco se van transformando en otras más intensas, tales como pueden ser la melancolía, el asombro o incluso la majestuosidad. Sonidos que no cesarán de jugar con nosotros y nuestra percepción de lo que estamos contemplando.
Por supuesto, para todo hay una clave, y la de esta banda sonora no es nada sorpresiva aunque sí verdaderamente efectiva en cuanto a su funcionalidad. Nos estamos refiriendo al uso del piano, instrumento muy familiar y cotidiano para cualquiera, pero único a la hora de transmitir emociones. En los ambientes más extraños y anodinos por los que nos desenvolveremos en nuestra exploración, el encargado de mantenernos siempre unidos a nuestro planeta de origen, de recordarnos, en dichas circunstancias, quienes somos, de donde venimos, qué hemos ido a hacer allí, no es otro que dicho instrumento, cuya máxima expresión está representada en la forma de una maravillosa melodía. Y no cabe duda que consigue llevar a cabo su propósito, y con creces. El tema «Recreation» se erige a mitad de toda la obra como el máximo representante de todo el sentimiento vertido en esta composición, de forma que en los momentos en los que se deja oír, somos capaces de palpar la nostalgia con la que se dota a una cargada atmósfera, incluso dejándonos intuir o imaginar la clase de recuerdos que deben llenar la consciencia de nuestro protagonista.
Todo obra de una simple y sencilla, pero magistral, melodía de piano, aderezada con ese característico ruido de fondo que nos hace intuir la naturaleza analógica de la fuente del sonido. Melancólica a la par de bella y capaz de transmitir calidez a las heladas paredes de la estación espacial en la que nos encontramos, algo muy bien reflejado en el aspecto gráfico de la escena en la que podemos escuchar dicho tema. De forma un tanto enigmática, a medida que transcurre la acción, la ambientación nos va regalando pequeña porciones de este instrumento, creando una conexión con la melodía en cuestión bastante fuerte y ofeciendo una razón de ser a todo el conjunto. De forma casi imperceptible, este increíble tema logra vertebrar toda la composición al completo, creando una estructura sólida que sirve de apoyo a lo que nuestros ojos vislumbran en tan oscuros pasadizos gracias a la luz de nuestra linterna.
Y es que en esta aventura espacial de discurso filosófico y percepción interna, quizás no sería demasiado descabellado considerar la banda sonora como un protagonista más, un clon de nuestra persona, reflejando despiadadamente nuestros propios deseos y miedos. Vislumbrado todo esto, no se puede negar que el trabajo de Carlo Castellano es simplemente sobresaliente. Sin duda, esos fríos habitáculos no tendrían el mismo aspecto si sus melodías y sonidos ambientales no los estuvieran iluminando intensamente sin cesar a cada paso que damos. Es más, nuestros clones, o incluso nosotros mismos, no seríamos los mismos.