Para la gente de Beautifun Games, cualquier tiempo pasado no solo es mejor; también es susceptible de ser recuperado, reescrito y por qué no, alegremente exagerado. Tras tocar un pedacito de cielo con el fantástico Nihilumbra, el estudio sabadellense pretende rescatar con Megamagic la única década que no se avergüenza de absolutamente nada: los locos 80.
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Pasa una cosa con los chistes —y me temo que también con la política—: cuando necesitas explicarlos, se pierde su razón de ser. Y de ello son responsables los humoristas, los producers del humor. Ellos conocen, o deberían conocer, el contexto en el que cuentan el chiste, su contenido, y las expectativas que generan con él. De nada sirve preparar un final explosivo, si al final el golpe de gracia, el punchline, queda en una tibia sonrisa comprometida.

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—Minino de Cheshire —empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba—. Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
—No me importa mucho el sitio… —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.

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Fíjense cómo son las cosas, que este fin de semana se han alineado los astros del videojuerguismo y tenemos no uno, no dos, sino TRES eventos relacionados con los eSports. Por un lado, los partidos finales de la delirante The International 4 de Dota 2 celebrados en el Key Arena de Seattle, con un premio de más de diez millones de dolarines para el que piense, clique y farmee más que sus rivales —rivales que, por pura estadística, serán chinos—. Por otro lado, la QuakeCon, el sempiterno evento en el que se sigue jugando a Doom 2 como si acabara de salir, del que por cierto se dejó caer un reboot a priori macanudo. Y para acabar con lo patrio, la DreamHack Valencia, que trae a los jugadores con más cicatrices de Starcraft 2, League of Legends, y un largo y probablemente divertido etcétera. Por algún motivo, me ha salido una cabecera muy informativa en la que parezco un PR de Twitch, pero nada más lejos de la realidad, solo quiero meteros el intríngulis en el cuerpo para un nuevo Diario del Desarrollador con muchas X en su título. Disfrútenlo. Báilenlo.

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Sin excusa ni remisión, ese fenómeno español conocido como la caló (que poco o nada tiene que ver con temperaturas elevadas) ya está entre nosotros. Adiós calcetines largos, tardes con chimenea y sopa de pollo para comer. Hola insectos que-van-a-por-ti-porque-tú-eres-más-dulce-que-el-resto y calles en las que poder freír un huevo frito en el suelo a las tres de la tarde. Mis compañeros sureños me dirán que esto que cuento es una falacia, que allí la caló ya les había visitado antes de ser mainstream. A ellos les digo que el Norte es un lugar con sus propias reglas, y que son unos adorables hippies gafapasters. Y a ustedes, lectores, les digo que pongan el aire acondicionado, el ventilador o el abanico en modo manual y que echen un vistazo a este nuevo y excitante episodio de Diario del Desarrollador.

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Dicen que es por días como este por los que se experimenta un pico babyboomesco de nacimientos bestial nueve meses más tarde. Los astros se han juntado, las plegarias han sido escuchadas en Omicron Persei 8 —un planeta que ya se sabe colchonero— y Shub-Niggurath se está poniendo las botas tentaculares con el carro de vírgenes que le han enviado. Atleti y Real Madrid en una batalla épica por la Champions, una contienda de la que, ojo, no solo saldrán retoños, sino una miríada de memes, comentarios en la página del Marca, tuits bien malintencionados, puñetazos y humor cuñao de ese que tanto, tantísimo nos gusta aquí en Indie-O-Rama. Irónicamente, esta entrada no tiene nada que ver con el fútbol. Ni con el deporte, ya que estamos. Aquí se viene a probar rarezas indies, y en eso los Champions somos nosotros.

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Si algo hemos asimilado, ya sea como desarrolladores o como jugones, es que hay algo muy atractivo en la estética nipona. No me considero un jugador vetusto, pero ya he pasado varios añitos invirtiendo/malgastando las horas con esos sprites únicos, colores vivos, melodías alegres e historias de adolescentes que salvan el mundo —si al leer eso os ha venido a la mente Secret of Mana, kudos para vosotros— tan particulares. Una forma de hacer las cosas más fácil de comentar que de entender, pero que sin duda han dejado su impronta en algunos de los indie occidentales más exitosos de los últimos años.

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El quince de marzo de este mismo año, Koji Igarashi —el autor que dio vida al majestuoso Castlevania: Symphony of the Night— dejaba su puesto como productor en Konami, anunciando la apertura de un nuevo estudio independiente. Una semana antes, Kioto acogía la segunda edición del BitSummit, una exposición/declaración de intenciones en la que un buen puñado de devs japoneses (y un gran apoyo de occidentales) salían de las sombras para decir al mundo: «Eh, estamos aquí». Ampliar artículo