Si en la primera parte de la entrevista conocíamos a Miguel y aprendíamos unas directrices acerca de Minecraft, en la segunda parte que hoy presentamos la conversación centrada en el estallido del contenido en vídeo generado por los propios usuarios. Visto de otro modo, en ese «fenómeno Youtuber», que ha percolado a través del sustrato de público joven en el que aparentemente nacía, para llegar a convertirse en el formato a imitar incluso por las publicaciones más veteranas del sector (con mayor o menor fortuna).
Una hora no es suficiente ni para apenas rascar en los muchos y sutiles pormenores de tan popular juego, pero sí suficiente como para hacerse una idea bastante sólida de lo que Minecraft puede llegar a ofrecer. Con este segundo vídeo ponemos fin al experimento, disfruten.
Por otra parte, aprovecho este mismo artículo para añadir matices a la experiencia que viví en entrevista. Me preguntaban en el anterior vídeo acerca de mi parecer sobre el título, y ciertamente hay mucho que añadir con respecto a la idea preconcebida que tenía del monstruo de Mojang. Empezando porque, si algo me ha quedado claro en mi breve periplo por Minecraft, es que entra holgadamente en esa categoría que lisa y llanamente podemos citar como comehoras. Tan alejado del concepto del sólo-un-turno-más de mi comehoras favorito (Civilization), y a la vez tan diagnosticable con los mismos síntomas. El tiempo vuela de una pequeña tarea a otra, sin llegar nunca a parar en la hora que en principio nos fijamos como punto de abandono del juego. En el anhelo, rayando la codicia, del siempre más. Una ciudad más grande, más detalles, más maravillas que construir. Como bien decía una de nuestras ilustres redactoras Minecraft es un juego para un tipo muy determinado de persona, y tiene toda la razón salvo que se equivoca de medio a medio. Minecraft es para un servidor una enorme, infinita orilla donde crear un castillo de arena tras otro, moldearlo hasta extremos obsesivos y decorarlo con toda la imaginación que un jugador pueda verter sobre una plétora de vóxeles. Minecraft es la delicia del ingeniero y del arquitecto, el sueño hecho realidad del programador. Y al mismo tiempo, el juguete perfecto de un padre demasiado imaginativo para con unas niñas inteligentes —y curiosas como sólo los niños saben ser— o, como bien decía Miguel, el papelito que descansa arrugado junto al teléfono, y que acaba acomodando nuestros garabatos sin que apenas desviemos la atención de la llamada. El subconsciente actuando por su cuenta, en su máximo esplendor.
Por otro lado y saltando a otra consideración, el juego es infinito, inabarcable. Absurdo como suelen ser las cosas desmedidas, y parco en indicaciones. Imperfecto, abrumador, extremadamente sencillo y complejo hasta la locura. Tiene razón Scullywen en que Minecraft es un juego para un tipo muy determinado de jugador, y no es otro que el que tiene abundancia de tiempo y falta de ataduras, ya sean intrínsecas al propio jugador o en cuanto al universo del juego. No pocos de los jugadores a los que he consultado acerca de un argumento lineal, un digamos modo historia para Minecraft se han sentido emocionados acerca de la posibilidad, y sin embargo no puedo más que obcecarme en la idea de que un Minecraft con historia no sería un Minecraft. En el mismo universo —y distinto plano/server— conviven el feliz matrimonio de Chincheto y Lucerita (nótese, una cabra) con la gargantúica ciudad que el buen Deyrsent ha diseñado durante dos largos años, y que descansa no muy lejos de una Hobbiton aún a medio construir, que describe con orgullo y amor de padre.
Definitivamente, puede que Minecraft sea un juego para un tipo muy determinado de jugador: todo aquel que no tenga miedo a verse atrapado en la locura de sus propias ideas.
Más sobre Minecraft e ideas locas en el canal de Chincheto.