Si las campañas de un jugador, el Pac-Man y Ocean’s Eleven hiciesen un ménage à trois durante una noche de sexo salvaje, el hijo resultante del trío sería Monaco. Nosotros igualmente como mensajeros del amor nos hemos reunido con el Señor Rojo de Gamesajare, aunque no por motivos carnales. Nuestros motivos brillan como el oro. Monaco: What’s yours is mine de Pocketwatch Games es un fantástico tributo a las películas de robos, y nos hemos juntado unos cuantos malhechores para dar el golpe perfecto.
Ladrón de guante rojo
Por Mr Red (Telcontar VI — Gamesajare)
Como apasionado de las películas de ladrones de guante blanco la cancelación de Subversion, el juego de robos de Introversion Software supuso un jarro de agua fría del que solo después ver el trailer de Monaco: What’s yours it’s mine pude recuperarme. Tras no poder resistir el hype y buscar desesperadamente una excusa para la irracionalidad que resulta comprar hoy en día un juego de salida, el hecho de que los chicos de indie-o-rama fueran a caer en la misma tentación supuso el empujón que necesitaba para cometer esta pequeña pero asequible locura.
Tras unas primeras misiones en solitario para hacerme con el manejo de un juego que prescinde de inútiles tutoriales, y acostumbrarme a la gran cantidad de información que proporciona sus, en apariencia, sencillos gráficos, me junté con los redactores de está página para perpetrar nuestros primeros atracos en sociedad al igual que ahora les estoy robando esta líneas.
No pude sino confirmar lo que ya me esperaba. Como dice Miles Vorkosigan no hay plan que sobreviva al primer contacto con el enemigo. El atraco perfecto solo está al alcance de seres ficticios con estupendos guionistas, aun cuando lo único que se interponga entre nuestros especializados ladrones y su objetivo sean unos erráticos y miopes guardias de débil memoria y unos cuantos láseres. Rápidamente todos aunamos nuestras habilidades para espiar al enemigo, noquearle, distraerle, engañarle, evadirle o hackearle pero todos nuestros gadgets de ladrón son superados por el caos y la descoordinación de una atropellada huida, tras la cual suele quedar parte del equipo atrapada en el peor lugar posible.
No pudiendo dejar a nadie atrás se impone trazar un nuevo plan para realizar el rescate y continuar con el robo… hasta el siguiente paso en falso. Monaco: What’s yours it’s mine te pone siempre en el compromiso de comprobar lo insuficientes que son las habilidades individuales y lo difícil que es coordinar personas, es por ello que como juego monojugador queda algo escaso y en multijugador requiere o bien de organizar un equipo con disciplina militar, o de saber disfrutar de la locura de guardias y alarmas disparadas que seguro surgirá en el momento más inoportuno.
Yo por mi parte volveré a él porque admiro a Ocean, a Lupin III, a Robert MacDougal, a Thomas Crown… y quiero asaltar la sede de Securitech junto con la gente de indie-o-rama y poder exclamar… «Me encanta que los planes salgan bien».
Ménage à trois de influencias
Por Ruber Eaglenest
Temática y estilo Ocean’s aparte, con influencias aquí y allá de Tarantino, el homenaje e influencia de Pac-Man (Namco, 1980) es más que evidente en cuanto la compulsión impide al equipo pasar de una fase sin tomar prestadas todas las monedas. Esta sensación se afianza en las zonas del mapa dedicadas a una serie de pequeños y retorcidos pasajes todos iguales donde la diversión reside en recoger todos los rombos dorados sin tropezarse con los guardias.
La inclusión de una campaña histórica en un juego eminentemente multijugador cooperativo es una genialidad; no es original, pues ya está ahí Left 4 Dead (Turtle Rock Studios, 2008) para introducir una historia aunque los jugadores no presten atención, pero Monaco lo hace realmente bien. La historia no destaca demasiado pero los diálogos, ah… Los diálogos son chispeantes e hilarantes; de una agudeza tal sólo comparable con el carisma del excelente diseño pixelado de los protagonistas en las escenas introductorias a cada nivel. De los personajes me quedo con el carisma de los diálogos del Limpiador y del Hacker.
Quoi? Il y a quelqu’un?
Por Johnny Darko
No importa la avaricia individual cuando el beneficio es colectivo. Monaco: What’s yours it’s mine saca un partido inigualable a unas sencillísimas premisas, y paraliza el corazón de cuatro experimentados ladrones con apenas una respiración entrecortada, el inesperado haz de una linterna o una sorpresa desagradable, que surge de una puerta mal abierta atropellando nuestros cuidadosos planes. El apabullante minimalismo visual de Monaco: What’s yours it’s mine, un festival de colores, vóxeles y traicioneros puntos de vista es el que permite al jugador, al ladrón, meterse aún más si cabe en el rol de ese variopinto equipo de elitistas amigos de lo ajeno. Llevados de la mano del delito somos guiados, de puntillas, por un universo que se descubre por el oído más que por la vista.
Un paso en falso, una voz de alarma o un sistema de alarma bien situado desencadenan el caos. Todo son carreras ahora, en el mejor juego cooperativo que he podido probar desde el casi perfecto Left 4 Dead de Valve. La coordinación rota da pie al sálvese quien pueda, y los sonrientes esqueletos suponen el preludio de otra nueva tanda de planes. Entre susurros, los supervivientes se sacuden el polvo y se curan las heridas. Mole, quizás ese muro de ahí nos hace más mal que bien. Hacker, espero que esta vez la cámara no sorprenda el Pickpocket manipulando la caja fuerte. Y a ver quién demonios es capaz de revivir al Gentleman, a saber quién le mandaba a meterse en aquel nido de policías…
«Monaco: What’s yours it’s mine» es como «Mario Party»
Por Alex Súbaru
Comparé Monaco: What’s yours it’s mine con Mario Party (Hudson Soft—Nintendo, 1999), no erróneamente pero dentro de un contexto muy específico. Ambos son juegos que disfrutados en cooperativo se hacen grandes porque son concebidos para ello y por ello, a pesar de incluir la opción de un jugador; si no tienes un compañero, es un juego que se hace repetitivo y aburrido.
En ambos juegos el componente fundamental para hacerlo divertido y por ello recomendaría es el ambiente que se genera, que depende del metajuego. El vacileo y griterío que se crea entre la habitación o los auriculares, mientras nos divertimos con los amigos, que se pierde si juegas online con gente desconocida, introvertida y por encima que no comparta el idioma —a menos que tengas una flauta, la música es la lengua universal, lo cual la idea es tan absurda que seguro que mejora bastante más—.
Monaco: What’s yours it’s mine es bueno, pero depende más de con quien se juegue que de cualquier otro factor, y como bien compara mi compañero al mencionar Ocean’s Eleven, no es lo mismo jugar con el alter ego de Clooney jugando con la delicadeza del experto, del guante blanco, del estilo y de la infiltración que con el de Goody: un ratero que se deja ver a golpe de ladrillazo, escurridizo cuando le ven, sin preocuparse de las acciones, postura que con el suceder de las pantallas, será una estrategia condenada al desastre.
Un caco experto es aquel que entra, roba y sale sin ser visto. Es después del aprendizaje cuando el ladrón se vuelve ambicioso y juega con el highscore que nos une con el resto del mundo. Y entra el segundo juego, protagonista actual en los juegos on-line, que es la competición por el primer puesto. Sin embargo, es curioso como, al divisar el ranking en la mayoría de las pantallas, los primeros puestos los ocupa el jugador que cumplió el objetivo él solo sin ayuda de nadie, aunque los segundos y terceros puestos aumenta el número de participantes, conseguir el objetivo en menor tiempo con el máximo de participantes activos el que debería de ser el patrón repetitivo. El resultado real —mayor velocidad con un único jugador— demuestra que a pesar de la cooperación, se consigue antes de tiempo la victoria con una única mente, lo cual da que pensar de un juego que se creó para lo colaboración.
El mapa sonoro del robo
Por Xabi Pérez
Una de las cosas que recuerdo con más cariño de las excursiones del colegio (hace más tiempo del que desearía) era cuando nos llevaban de paseo por un bosque y nos proponían un juego: cerrad los ojos y poned atención a la variedad de sonidos que hay a vuestro alrededor. A pesar de ser algo pueril, los resultados eran sorprendentes: en poco tiempo, y con algo de experiencia, sabías apreciar la diferencia entre el crujir de hojas de árboles distintos, el afluente corriendo de un arroyo cercano, a una hormiga cercana esquivar briznas de hierba…
¿Exagerado? No, para nada. Os invito a que lo probéis y me digáis. Solo así, con un poco de entrenamiento sonoro, sabréis apreciar el apartado sonoro de Monaco: What’s yours it’s mine, en el que si prestas atención, te vas a encontrar con tres cuartos de lo mismo: una retahíla de sonidos, desde lo obvio (un teléfono) a lo extremadamente sutil (el ventilador de un ordenador). Sonidos que, lejos de ser un accesorio banal, obedecen a una mecánica jugable a la que conviene acostumbrarse para ser un voleur extraordinaire. Calcula mal lo que tarda tu compañero Hacker en romper la seguridad y verás cómo una alarma (y una soberbia pianola) destruye el compás de tu golpe. Ignora el poder de un oído entrenado y observa cómo tu compañero Topo (Mole) es abatido a tiros impunemente.
Cada nota musical en Monaco: What’s yours it’s mine crea un ritmo al que te debes adaptar para salir airoso de las situaciones más peliagudas. El inicio de cada misión se caracteriza por un «esta vez sin que nos pillen», con un silencio que se hace patente no solo dentro del juego, también fuera de él, en el sistema de comunicación con tus compañeros humanos (algo imprescindible para dotar de sentido al juego). No se hace de rogar un error colosal que dispara nuestros niveles de adrenalina y una música que acompaña a la más que necesaria huida atropellada y poco ortodoxa.
¿Queréis sobrevivir en el peligroso mundo del hampa monegasca? Afinad, pues el oído, llevad unos guantes de seda blancos, un puñado de ganzúas y aprenderos el «hola y adiós» en un francés perfecto. Consejo de experto ladrón.