Después de una ardua pelea con This War Of Mine, creo que la imagen que mejor representa todo ese proceso de penurias y de bajadas seguida de peores bajadas es la del hacha. El hacha destruyendo los sillones que tantísimo me costó construir. El hacha aplastando la cabeza de otro superviviente tan hambriento como el que acaba con su vida. El hacha descansando en un armario, esperando que las heridas de su portador no sean tan graves como parece. El hacha finalmente desgastada, rota, circunstancialmente insustituible.
Quizás lo más tentador sería catalogar This War of Mine como juego de supervivencia o como simulador, pero lo cierto es que en el fondo es un juego de gestión, tanto de recursos como de emociones. La ficticia ciudad de Pogoren ha sido devastada en un conflicto armado, y entre rebeldes y fuerzas del régimen queda una tierra de nadie, campo fértil de las miserias… y nuestro precario refugio. Una casa medio derruida en la que tenemos que resistir a bandidos, inviernos crudos y al hambre.
A medio camino entre el espíritu de Don’t Starve y el de Gods Will Be Watching, el título de 11 Studios se desarrolla en distintas fases sincronizadas; una primera fase en el refugio, donde podemos descansar, construir, consultar el estado tanto de nuestros enseres como del equipo, e interactuar con nuestros supervivientes. Cuando cae la noche el jugador debe decidir cómo se gestionará la noche en el refugio (quién y cómo descansa, quién monta guardia) y la parte más compleja: a quién le tocará salir a la ciudad en ruinas para tratar de hacerse con los ansiados recursos.
Hablemos primero de los recursos: con un inventario muy limitado, y beneficiándose cada personaje de distintas resistencias y habilidades, el juego obliga a experimentar con las probabilidades y con los números. ¿Nos gastamos un montón de recursos en mejorar el taller de armas y construir la pistola, o nos conviene más invertir en un simple cuchillo y poner un par de camas para los exhaustos? Convertidos nuestros supervivientes en un muestrario de penurias, a veces será la Pirámide de Maslow la que decida por nosotros (aliviar hambre y frío casi siempre es proridad), y en esas raras ocasiones en las que nos sintamos seguros serán los muchos factores externos los que desbaraten nuestros planes, poniéndonos entre la espada y la pared a base de eventos aleatorios. Para mayor alborozo de los dioses del caos, ni siquiera podremos planificar la la disponibilidad de los distintos lugares que aguardan nuestra visita. Es la guerra, y como tal la única certeza con los planes es que los vamos a tener que cambiar.
¿Y qué pasa con las emociones? Para nuestros supervivientes, y también para nosotros, This War of Mine es un juego desolador. Los tonos oscuros que dominan en el apartado visual y en el sonoro contribuyen a arrastrarnos hacia la amargura que impregna cada escena de un juego que contagia ese estado de ánimo pesaroso. Cada vez que parece haber un rayo de luz el juego se encarga de desatar todo su potencial depresivo, encadenando un bucle de decisiones difíciles que afectan directamente a los supervivientes, y también al jugador. ¿Robarás a unos ancianos la poca comida que les queda para repartirla entre los tuyos? ¿Conseguirás tú, jugador, no sentirte despreciable cuando vuelvas a esa misma casa y encuentres los cadáveres de los que te pedían piedad? La narrativa consigue ser estremecedora con muy poco, tan sólo un mínimo despliegue de lo que la humanidad puede hacer en una situación límite, y un espejo frente al que reflejarnos.
This War Of Mine es un juego que no se anda con paños calientes, y se lo agradezco. Una delicia narrativa, un reto a todos los niveles y un despliegue de ritmo que embauca al jugador, atrapado partida tras partida. Puede ser que los controles de combate y sigilo sean algo mejorables y que el impacto emocional vaya perdiendo intensidad conforme se pierde la sorpresa, frente a la larga vida de otros juegos de supervivencia más cercanos al sandbox. Pero, como experiencia cerrada y autocontenida, This War Of Mine es uno de esas rara avis que nos invitan a experimentar la crudeza de la guerra, frente a una industria empeñada en convertirnos en superhombres invencibles que se recuperan de los disparos escondiéndose detrás de una cobertura. Ya está. El último que cierre. Hace frío, y por el ruido de disparos en la lejanía parece que esta noche toca guardia.