Bien es cierto que a éstas alturas de la historia uno se considera más que curado de espantos en cuanto a héroes y antihéroes. Desde los beatos aparcados entre los legales-buenos hasta la corrupción espiritual más despreciable, los videojuegos nos han venido surtiendo de ciertos protagonistas arquetípicos cuyas iteraciones, de alguna extraña manera, consiguen encandilarnos una vez tras otra pese a la obligatoriarotación de máscaras y roles. Con el tiempo, uno se acostumbra al cambio de collar para un mismo perro. Entiendan pues en qué grado de torcimiento puede quedar el culo del jugón de a pie cuando se encuentra con un héroe, el héroe clásico, cuyas andanzas se narran de tal manera que toman las formas de un discurso épico-etílico de Fernando Arrabal.
Y a pesar de los pesares, UnEpic no podría tener un nombre más desacertado. Incluso dentro de su humor absurdo y guión desbarrado hasta el ridículo absoluto, no podríamos haber encontrado una apuesta por las raíces aventureras más épica que ésta. Difícilmente disfrutaremos un enfoque más puro que el que ofrece el descacharrante UnEpic, un impresionante batiburrillo de Metroidvanias y Diablos, con el descarado toque konamitero que resulta en una versión deslenguada de los grandes clásicos de mazmorras y exploración 2D, y cuyo mayor homenaje apunta hacia el clásico Maze of Galious (Konami, 1987). Y es que si bien es difícil encontrar nuevos retos y planteamientos originales en un juego de esta naturaleza, no lo debe ser menos el sintetizar toda una forma de hacer videojuegos clásicos, rematando el resultado con algunas sutiles mejoras. No sólo eso; UnEpic consigue reunir en el mismo escenario todas estas bondades y referencias clásicas, sin renunciar a un sabor marcadamente personal, y construyendo de paso un guión capaz de ruborizar a filólogos y abuelas por igual. Un auténtico hito el que Francisco Téllez De Meneses ha alcanzado con el hilarante fruto de sus dos años de trabajo.
La loca historia del videojuego
Pese a su peculiar personalidad, UnEpic demuestra descaradamente que bebe de los mismos clásicos que el autor ya intentara reproducir a base de picar código en el vetusto MSX. Si bien la ambientación y el sistema de juego saben a Castlevania (1986) puro, la inspiración que da vida a UnEpic llega aún más lejos. Como su propio autor reconoce y dejando —sólo por un momento— el humor aparte, las referencias llegan, entre otros, hasta la propia mitología de El Señor de los Anillos (J. R. R. Tolkien, 1957), particularmente a través de un híbrido entre roguelike y aventura conversacional como es Moria (Robert Alan Koeneke & Jimmey Wayne Todd, 1994).
Aparte del Maze of Galious que es el más evidente, [UnEpic] toma elementos de Moria, un juego en modo texto. En él ibas encontrando pociones, objetos, un montón de armas con las que podías equiparte… ese rollo de búsqueda de objetos y armas es lo que quise para UnEpic. Diablo es una copia del Moria, que es por turnos… con gráficos. Ah, y también el menú me lo he pillado de los tipo World of Warcraft (risas).
Y es que el bueno de Dani tiene un poco de Quijote y otro de Sancho Panza, por lo que pertrechado con su pragmatismo radical y con todo un arsenal de armas —incluyendo conjuros, e incluso «familiares» al más puro estilo Castlevania— ha de descubrir el castillo a la vieja usanza: con paciencia, pelotas de acero, y en completa ausencia de scroll. Como en la citada saga de Konami, la naturaleza laberíntica del castillo nos obliga a descubrir ciertas secciones y poderes antes de acceder a nuevas zonas, al tiempo que resolvemos quests y respondemos a las epatantes peticiones de un nutrido equipo de personajes secundarios y no tan secundarios. En cualquier caso, el aluvión de referencias relámpago no es menos importante que el auténtico elemento reactivo de esta bomba: una mente desequilibrada en todos los sentidos, igualmente capaz de narrar un guión digno de Pajares y Esteso, como de introducir desvergonzadamente apariciones estelares de no pocos iconos de la cultura popular que tengo a bien no desvelar, por aquello de la protección anti-spoilers. Vaya cabecita.
Aparte de la jeta de Kevlar del protagonista, la oscuridad es otro de los elementos centrales en UnEpic, y parte esencial de la atmósfera de ese castillo plagado de trampas y enemigos imposibles. La exploración Zippo en mano, que originariamente no parece más que un truquillo para compensar el mediocre —y no por ello menos encantador— apartado artístico, termina por convertirse en un sistema de miguitas de pan imprescindible como guía, y no menos importante, en la personalidad de esta maravilla jugable.
Vaya por delante que esto lo firma un auténtico fan de esta obra, propia de ejército de un solo hombre. El mimo que de manera evidente se ha depositado en el juego compensa con creces la mediocridad del apartado gráfico y la repetitividad del sonoro. UnEpic es una auténtica pieza de artesanía, un verdadero juego de autor pese a su comicidad y desenfado. El hechizo de UnEpic siempre es fuerte, y las partidas están condenadas a alargarse, ya sea gracias a la intachable jugabilidad o bien por obra del humor gilipollesco que irradia.